Ambiente en Diálogo Abril 2024

¿Qué sabés sobre el compost? 

 

¡Hola! ¿Cómo estás?
 
En la entrega de hoy de Ambiente en Diálogo, el newsletter del Ministerio de Ambiente de la Provincia de Buenos Aires, aprovechamos que entre el 22 de marzo y el 22 de abril se celebra el Mes del Compostaje para hablar de esta práctica clave para reducir la generación de residuos.
 
 
 

El residuo nuestro de cada día

 
La generación de residuos y su disposición final es una de las grandes problemáticas de la provincia de Buenos Aires. Aquí se concentra el 40 % de la generación de residuos del país: 19 mil toneladas por día. 
 
En su mayoría, estos residuos se disponen en rellenos sanitarios que están diseñados para evitar la contaminación ambiental (hídrica, atmosférica, de propagación de vectores epidemiológicos, etc.). Sin embargo, se estima que un 40 % es depositado en basurales a cielo abierto por la falta de sitios de disposición final adecuados. 
 
En ambos casos, es importantísimo preocuparnos por la reducción de los residuos. Tanto los que llegan a los rellenos sanitarios, porque generan emisiones y costos económicos, como los que van a los basurales, porque son un peligro para la salud de personas, animales y ecosistemas.
 
 
Compostar, siempre compostar
 
Una estrategia muy interesante en este sentido es empezar por analizar cómo se componen nuestros residuos y determinar cuáles de ellos pueden ser reutilizables de diversas formas. Por ejemplo, los materiales secos de valor —como papel, cartón, aluminio y plásticos— deben ir a los contenedores destinados a tal fin (si es que existen) y/o entregarse a las y los recuperadores urbanos para que puedan reinsertarse en los circuitos productivos.
 
Sin embargo, hay una porción muy importante de los residuos que generamos a diario que son húmedos: los restos orgánicos de los alimentos que consumimos. Alrededor del 50 % de los residuos que generamos diariamente son de este tipo, ¡son materiales orgánicos que pueden volver a la tierra!
 
¿Cómo? A través del compostaje, que permite transformar estos residuos en abono que puede ser utilizado en jardines, macetas y huertas, disminuyendo así el impacto negativo en el ambiente y promoviendo un círculo virtuoso con la tierra. 
 
 

¿Cómo lo hago?

 

El primer paso es identificar bien cuáles son los residuos orgánicos que se pueden compostar en casa: si bien todos los residuos que provienen de seres vivos, tarde o temprano, se descomponen, solo colocaremos en la compostera los residuos orgánicos vegetales y las cáscaras de huevo.
 
Luego, necesitamos una compostera para hacer la magia. En espacios abiertos (campo o jardín) puede ser solo una pila o un corralito delimitado con pallets, mientras que en espacios reducidos la compostera toma forma de contenedor plástico o de madera que debe evitar la entrada de agua de lluvia, permitir el ingreso de aire y favorecer el drenaje de los líquidos (llamados “lixiviados”) que se producen a lo largo del proceso. Su forma y tamaño dependerá del espacio que dispongamos y la cantidad de residuos orgánicos vegetales que se generen en el hogar.
 
El tercer paso es empezar a armar el compost. Es decir, ir sumando nuestros residuos orgánicos a la compostera. Eso es fácil, pero tenemos que tener en cuenta tres cuestiones centrales:
 
Balance entre carbono y nitrógeno: los residuos orgánicos vegetales húmedos que generamos en la cocina suelen ser ricos en nitrógeno (N), mientras que los residuos orgánicos vegetales secos lo son en carbono (C). Nitrógeno y carbono son elementos necesarios para que los microorganismos composteros puedan crecer, desarrollarse y reproducirse. Mientras mejor balanceamos la mezcla de restos húmedos (nitrogenados) con los secos (carbonados) tendremos mayor cantidad de microorganismos, mayor actividad compostera y, por ende, mayor velocidad de transformación de los residuos en compost.
 
Aire: los microorganismos de nuestra compostera precisan, como nosotros, oxígeno para vivir. La falta de este elemento inducirá a que se desarrollen las llamadas “bacterias anaerobias”, que son las responsables de la generación de malos olores. Por ello, debemos evitar la compactación de la pila de residuos y el exceso de humedad que se traduce en déficit de aire. Para eso, podemos revolver 1 o 2 veces por semana la compostera y agregar residuos orgánicos secos, que absorberán el exceso de humedad.
 
- Agua (humedad): los microorganismos que se encargan de descomponer los residuos orgánicos precisan de agua para realizar sus funciones. Por eso, los residuos en la compostera deben tener la suficiente humedad para que estos puedan crecer y desarrollarse.
 
Para tener en cuenta: si bien los microorganismos van a ser los protagonistas del proceso de compost, existen otros organismos descomponedores que podemos insertar, como lombrices (siempre después de haber pasado al menos un mes de inicio del proceso). Asimismo, la presencia de otros organismos puede señalar desbalances de aire (como los malos olores) o de agua, siendo la aparición de muchos hongos un indicador de exceso de agua y la presencia de hormigas un indicador de falta de la misma.
 
Por último, es el momento de cosechar el compost. Según la época del año, el compost puede obtenerse al cabo de 4 a 6 meses. En verano la actividad microbiana aumenta y, por ende, la descomposición se acelera, mientras que en invierno se aletarga. Dado que la transformación va ocurriendo a medida que incorporamos los residuos, la pila disminuye cada día un poquito, lo que hace lugar a los nuevos elementos que ingresan. Sin embargo, es importante no incorporar durante más de un mes residuos en el mismo contenedor o pila de compost. De este modo, mantenemos los residuos en similar estado de descomposición, favoreciendo el proceso de compostaje. 
 
¿Te dieron ganas de poner manos a la obra y reducir tus residuos? En este manual podés encontrar más detalles del paso a paso y especificidades sobre cada momento del proceso.
 
 
Gracias por acompañarnos. ¡Nos leemos en un mes!
 
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